Largo trecho he recorrido
Hasta llegar a
este postremo retozo
Embebiéndome
de toda triza o corpúsculo
Siendo
sendero, carga para redimir
Esos cuántos
que se apoderaron de mí.
Lento unas
veces, remanso sosegado
O raudo,
licencioso silbido explosivo
Perenne hoja,
centinela del paso
Breviario de
una vida esquiva o generosa
Heme aquí
pergeñando mi pátina incolora.
Suena, suena,
no oyes el sibilino canto
De la vereda
que cruje, del gorjeo sencillo
Bebe de mí,
alimento soy, me sé útil
Y quiebro mi
alma, para ser, y llegar
Denodado son,
acantilado que brota.
Perpetúas sin
remisión, ni aderezo hueco
Todo refulge
al caer al abismo lejano
Bajo las
sombras del espolón del miedo
Perdiéndose la
entereza, asiendo el hálito
Pues ya nada
somos, sino parte del todo.
Refulgencias
acicaladas hemos de ser
Llegaremos al
inmenso mar de los sargazos
Donde
amamantaremos la estirpe novel
Rezagando el
hilo del atuendo fidedigno
Delineando mil
inflexiones en un tapiz luengo.
Nada sencillo
fue caminar tras la hojarasca
Y no sentir el
golpe duro del olvido
Mas somos
plétora agua, quedos en recuerdos
Anchos de
pálpitos decisivos, exonerados
Firmes
candidatos a vivir por siempre
En las sienes
que se hacen eco de las gargantas
Por
generaciones venideras, cánticos del bosque.
©Santiago
Pablo Romero.Bluesman.
Imagen: FernándezCáceres.
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